
¿Quién creen que perdió la guerra?
En una cena en mi casa, donde tuve el honor de contar con la presencia de Henry Kissinger, escuché una anécdota sobre Konrad Adenauer que él mismo contó y que repasaré a continuación....
En una cena en mi casa, donde tuve el honor de contar con la presencia de Henry Kissinger, escuché una anécdota sobre Konrad Adenauer que él mismo contó y que repasaré a continuación.
“El Canciller tenía claro que la forma de superar la devastación de la guerra era reconstruir una buena relación con los aliados. Pero, parte de la clase política atrapada en el pasado, consumía el veneno de la derrota volcando su odio contra los vencedores, lo que obligó a la memorable intervención de Adenauer en el Parlamento, en 1949, con la frase: ‘¿Ustedes no saben quién perdió la guerra?’, aludiendo a la necesidad de la humildad como principal estrategia para la reconstrucción. El acercamiento con los Aliados fue el mayor activo para la construcción del llamado milagro alemán”.
Confieso que en ese momento no asocié la anécdota con la situación de nuestro país. Treinta años después, el mensaje retorna con una fuerza brutal: mientras la Argentina siga sosteniendo una política exterior más propia “del eje” que de un país aliado, su destino será difícil.
Argentina eligió el sendero opuesto: la confrontación, la suspicacia y la desconfianza en las relaciones, especialmente, con los Estados Unidos y Gran Bretaña, es decir, con la columna vertebral de los aliados. Quizás esto se explique por la convergencia de factores tan diversos como prejuicios ancestrales, una sobredosis de soberbia, priorizar la demagogia a los intereses estratégicos nacionales y una marcada ignorancia sobre las reglas de la política internacional.
En los últimos setenta años, resulta difícil encontrar un país occidental que haya sostenido tratamientos más hostiles con los EE.UU. y Gran Bretaña que la Argentina. Podemos citar varios ejemplos, comenzando con la campaña “Braden o Perón”; las confrontaciones públicas con Ronald Reagan o George Bush; y la más contundente, la improvisada acción para recuperar las Malvinas. Queda claro que no son formas muy inteligentes de relacionarse con el país más rico y poderoso del mundo, en ese momento.
Por supuesto que la política internacional por sí sola no produce milagros. Adenauer, siendo primer ministro, más de una vez tuvo que dormir vestido, ante la escasez de energía: su gobierno se vio obligado a suspender la calefacción. La ética no daba espacio para calefactores Vip ni otros privilegios. Esa es la única base sobre la cual se puede consolidar un espíritu nacional capaz de producir milagros. Cabe destacar, aunque Kissinger no lo mencionó, las políticas domésticas, tales como la legislación laboral, réplica de la Carta del Laboro del Duce, y la tradición corporativista y anticapitalista que, juntas, completan el único conjunto sobreviviente del modelo nacionalsocialista en el mundo.
Demasiado para un solo país. “Has lo que quieras y paga por ello”, ese es el lema que parece aplicar en nuestro caso. La Argentina es uno de los países más decadentes del mundo en desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Casualidad o causalidad?
En 1945 el PBI per cápita (lo que gana en promedio cada habitante de un país) era aproximadamente $462 en Alemania, en Italia $280 y en Japón $248; mientras que en la Argentina ascendía a $1620, es decir, entre tres y seis veces superior. Para el año 2021, Alemania creció 102 veces y alcanzó los $47.280, Italia incrementó el suyo unas 120 veces, con $33.780, y Japón lo multiplicó 173 veces, unos $42.970.
¿Qué pasó en nuestro país? Argentina incrementó su PBI. solo 5 veces, llegando a unos $8440. Si nuestro país hubiera logrado crecer solo una cuarta parte de lo que crecieron los países “perdedores” de la guerra, hoy, el pueblo argentino gozaría de la misma riqueza que el pueblo alemán.
Los números no dan lugar a dudas, el mayor derrotado de la segunda guerra mundial no fue Italia, ni Japón, tampoco Alemania, que fueron destrozados física y moralmente; fuimos nosotros, que alardeábamos de que el Banco Central estaba inundado de barras de oro.
Ellos, con humildad, inteligencia y patriotismo, asimilaron la lección y construyeron un futuro sobre los escombros de la derrota. Irónicamente en ninguno de esos países los discursos políticos machacan continuamente sobre la defensa de las causas populares, la soberanía y los intereses nacionales, como en el nuestro.
En ninguno de esos países, el pueblo se va a dormir con los oídos tan llenos de palabras bonitas, pero el estómago tan necesitado de comida y el alma tan vacía de valores, como tristemente ocurre aquí.
Entonces, ¿quién creés que perdió en verdad la guerra?
Economista, exfuncionario, escritor
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/quien-creen-que-perdio-la-guerra-nid29062023/