Señales de alerta: lanzan la primera guía en la ciudad para detectar el riesgo de suicidio en el aula
La primera guía en su tipo para las escuelas de la ciudad concentra definiciones y preguntas clave para identificar en las escuelas más de una decena de señales que pueden alertar de ideación o...
La primera guía en su tipo para las escuelas de la ciudad concentra definiciones y preguntas clave para identificar en las escuelas más de una decena de señales que pueden alertar de ideación o intentos suicida para intervenir cuando todavía hay tiempo de prevenir.
Elaborado por un equipo de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires a pedido del Ministerio de Educación porteño, el contenido unifica criterios de detección temprana en alumnos de primaria y secundario destinados, inicialmente, a los equipos de apoyo de esa cartera.
Con una conversación confidencial, pero abierta y con palabras directas, sin vueltas, esta guía operativa para el sistema educativo de la ciudad de Buenos Aires orienta con cuestionarios breves cómo avanzar ante cada caso –con un seguimiento en particular o ya con asistencia especializada–, según si el riesgo es alto, moderado o bajo.
“Esta herramienta es un primer paso, no una solución completa. Es como usar una linterna para iluminar una zona oscura: lo que se vea, podrá ser atendido mejor por otros equipos si hace falta”, anticipa con énfasis el texto. “Preguntar por pensamientos suicidas no ‘activa’ ni induce al suicidio”, se explica. Y, ante la menor duda, aconsejan consultar a los equipos de orientación o elevarla a las autoridades escolares.
Los errores más frecuentes en la respuesta escolar que se identificaron son: minimizar el relato de un alumno o asumir que si se muestra tranquilo, desapareció el riesgo; no comunicar la situación al equipo de apoyo o a la familia por temor a que el alumno se enoje; ocultar el riesgo alto o grave por confidencialidad cuando proteger la vida es prioritario; derivar a un a la red de salud sin acompañamiento o seguimiento en la vuelta al aula, e intentar resolver una situación de riesgo sin apoyo institucional.
“En toda la complejidad que tiene el suicido, esta guía es para identificar si hay o no riesgo suicida y si ese riesgo es bajo, medio o alto y las acciones a seguir. En otros lugares del mundo, los cuestionarios y las escalas que incluimos no solo son para orientadores o referentes educativos, sino también para docentes o profesionales no especializados”, señaló Martín Etchevers, secretario de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la UBA y coordinador del documento.
De acuerdo con la guía, que se puede consultar acá, son señales de riesgo alto en chicos y adolescentes: búsqueda activa online de métodos para quitarse la vida; acceso a drogas, fármacos, armas u otros medios; preparación de un plan (con tiempo y lugar); entrega de mensajes, cartas, objetos personales o regalos a modo de despedida; expresiones recurrentes como si ya no fuera a seguir presente o sobre la muerte; autolesiones; conductas impulsivas (reacciones violentas, huidas o desapariciones durante horas o días); deseo de no querer vivir o sentimientos de desesperación, malestar intenso, culpa extrema, inutilidad o fracaso, y percepción de ser una carga para otros o expresar que ya no lo será.
PreguntasDiez preguntas, cuando “la situación lo permite”, sirven para que el personal educativo -sin formación en salud- detecte no solo si existe ideación, sino también hasta donde llega. Integran la versión escolar de una escala de evaluación, de uso internacional, que fue creada en la Universidad de Columbia, Estados Unidos, hace más de dos décadas. En otros países, la aplican docentes, tutores, equipos de orientación escolar y psicólogos, psicopedagogos o trabajadores sociales.
“¿Deseaste alguna vez estar muerto o quedarte dormido y no despertar?”, “¿Tuviste pensamientos sobre quitarte la vida?”, “¿Pensaste en cómo te harías daño o cómo te quitarías la vida?, “¿Pensaste seriamente en hacerlo?” y “¿Pensaste concretamente cómo y cuándo lo harías? o, más directo aún, “¿Tenés algo preparado?” son algunas de las preguntas. Las respuestas permiten definir si es necesario dar o no la voz de alerta para que intervenga personal con formación especializada.
En tanto, son signos de que el riesgo es moderado el aislamiento familiar y social, el desinterés en las actividades que eran placenteras, los cambios de ánimo o conducta, un bajo rendimiento escolar con dificultad para concentrarse, un mayor consumo de alcohol u otras drogas, el descuido personal, la baja autoestima, la alteración del sueño y las ganas de comer, la aparición de agresividad, enojo, irritabilidad o angustia intensos, como así también de dolores físicos (cabeza, estómago) más frecuentes.
El equipo coordinado por Etchevers propone, en ese caso, completar un formulario por sí o por no que releva la presencia de esas 10 señales de alarma. Si alguna o algunas están presentes, se recomienda seguir con un cuestionario sobre la frecuencia en las dos semanas anteriores con ayuda de un puntaje: 0 equivale a nunca, 1 a algunas veces, 2 a la mayoría de las veces y 3 a casi siempre.
Una de las afirmaciones es “Sentir que eres un fracaso, que eres una carga o que perjudicás a tu familia” y, la última, “Pensar que estarías mejor si no vivieras o lastimándote”, por ejemplo. Con 2 o 3 puntos en tres o más de las afirmaciones, se confirma la señal de alerta y, entonces, se indica aplicar el cuestionario recomendado para riesgo alto.
En el otro extremo -el riesgo bajo-, figuran como señales las “alteraciones emocionales que no llevan a pensamientos y/o conductas autoagresivas, suicidas o parasuicidas ”, explican los autores.
Sin embargo, un nivel de riesgo bajo no es ausencia de riesgo, ya que en estos casos también se aconseja un seguimiento con entrevistas y observaciones periódicas para detectar cualquier variación, además de analizar antecedentes de salud mental del alumno, su grupo familiar y la pertenencia a grupos de riesgo o vulnerables.
Las conductas asociadas incluyen, entre otras, herir o amenazar a compañeros y pares, causar daño recurrente a la propiedad o las instalaciones escolares, involucrarse frecuentemente en peleas grupales, robar, extorsionar o estafar. Para una mejor identificación, en la guía aparecen relacionadas con “pensamientos y creencias del tipo ‘el sistema nos ignora’, ‘la educación está hecha para controlarnos y que no digamos la verdad’, ‘los profesores y los directivos en realidad no quieren saber qué pasa’” que, con palabras más o menos, puedan mencionar los chicos.
Frente a la urgenciaAnte un caso considerado urgente, el equipo de Etchevers enfatiza la importancia de “mantener siempre la calma, escuchar sin prejuicios, mostrar interés genuino y ofrecer ayuda concreta”, sin consejos sobre “el sentido de la vida” porque eso puede potenciar sentimientos de culpa o de ser una carga para el resto. Hay que, en cambio, decirle al menor que se tiene que informar sobre la aparición de señales de alerta de riesgo, incluida la familia y el sistema de salud.
Si hay “información sensible” que un alumno pide no compartir, se debe resguardar con confidencialidad. “Si rechaza que se contacte a la familia o se lo derive a atención médica, reforzar la importancia de estos pasos, subrayando que son por su bienestar y que siempre contará con apoyo”, detallan los autores de la guía.
En diálogo con LA NACION, Etchevers diferenció entre ideación, intento y consumación del suicidio e insistió en que el suicidio se puede prevenir con la detección temprana en las dos primeras etapas. En la última, esa posibilidad disminuye al 1% de los casos. Como en la población general, en los chicos y los adolescentes es más frecuente la ideación que los intentos, que, a la vez, también lo son con respecto del final de ese proceso.
Enfatizó no solo la importancia de relevar los factores de riesgo, sino también los de protección, como un apoyo fuerte de la familia y amigos, un ambiente escolar sin violencia y seguro, la facilidad para adaptarse a los cambios o la capacidad para expresar emociones y los modelos positivos a seguir, entre otros.
“Aproximadamente, por cada 100 adolescentes con ideación suicida, entre 10 y 20 realizan un intento de suicidio, y por cada 25 intentos, uno resulta en la consumación –escribieron en la guía–. Las mujeres presentan el doble de ideación e intentos que los hombres, pero los hombres tienen una tasa de suicidio consumado hasta tres veces mayor que las mujeres.”
Mientras que adolescentes (15-19 años) y jóvenes (20-24) concentraron la mayor cantidad de intentos suicidas en el sistema nacional de vigilancia epidemiológica desde que el Ministerio de Salud implementó la notificación obligatoria hace dos años, Etchevers coincidió con profesionales que atienden en guardias de hospitales y centros privados en un descenso en la edad de esas urgencias, como reflejó LA NACION en la serie “¿Sabés que pasa por la cabeza de tu hijo?“.
Definió la guía como “un hito” en el sistema educativo de la Ciudad y un recurso “práctico” para la detección temprana de las señales de alerta con niveles de riesgo y la aplicación de las primeras intervenciones en escuelas porteñas. Incluye cuatro escalas y otras herramientas de evaluación adaptadas para el contexto educativo argentino, según explicó.
“La esencia es que el suicidio se puede prevenir. No todos, pero la mayoría. Eso implica ver señales y la escuela, como en tantos otros problemas, puede hacer una primera detección para derivar tempranamente a la red de salud”, agregó Etchevers.
Con su equipo, trabajó desde el año pasado con integrantes de la Gerencia Operativa de Equipos de Apoyo del Ministerio de Educación porteño. Es el área que implementará la guía. La consulta siguió a la preocupación por casos que surgieron en la ciudad. Este medio se comunicó ayer con esa cartera de la Ciudad, pero no recibió respuesta.
Problemas que elevan el riesgoAutolesiones: el 20-30% de los adolescentes y los jóvenes presentan autolesiones no suicidas, que incluyen cortes, golpes, quemaduras y rasguños. La prevalencia de intentos de suicidio en esos grupos es del 40% cuando hay ideación suicida y del 10-15% sin ideación suicida. La edad de inicio suele ser entre los 12 y 15 años, con picos entre los 14 y 17. Los factores de riesgo incluyen la impulsividad, el consumo de sustancias y la presencia de trastornos de salud mental. Consumo de sustancias: hasta un 50% de los suicidios están asociados con el alcohol y otras drogas que pueden adormecer el malestar emocional, incrementar la impulsividad, deteriorar el juicio y reducir las barreras inhibitorias. Eso aumenta la posibilidad de que autolesiones, aun sin intención suicidaEmociones intensas: hasta un 15% de los casos intentó un desafío viral (conductas extremas, parkour, knock out challenge, entre otros).Apuestas: en un 9-31% de los casos asociados con los juegos de apuesta hubo un intento previo de suicidioBullying y ciberbullying: a ambas formas de hostigamiento se las considera factores independientes de riesgo suicida en chicos y adolescentes porque aumenta 2,1 veces las probabilidades de tener conductas suicidas, 2,57 veces las de intentar suicidarse y 2,15 veces las de tener pensamientos suicidas.