“Alteración sustancial”: vecinos de una elegante zona residencial porteña rechazan la apertura de un centro de wellness
La calle Juez Tedín es una de las más silenciosas de Barrio Parque. Sus veredas arboladas y sus mansiones históricas, mezcla ecléctica de estilos arquitectónicos, revelan una Buenos Aires de e...
La calle Juez Tedín es una de las más silenciosas de Barrio Parque. Sus veredas arboladas y sus mansiones históricas, mezcla ecléctica de estilos arquitectónicos, revelan una Buenos Aires de elegancia y discreción. Sin embargo, la tranquilidad se alteró hace algunos días con el descubrimiento de un cartel donde se leía “The Living Club” frente a una de las casonas.
“Vimos el cartel y no lo podíamos creer. Acá nunca hubo un comercio. ¡Jamás!”, contó Alberto San Miguel, abogado y vecino de esta distinguida zona de Palermo. Al investigar, los residentes descubrieron que en la vivienda de Juez Tedín 3043 se preparaba la apertura de un centro de wellness con clases de pilates y spa, lo que encendió la preocupación de quienes ven amenazados el carácter histórico y la calma de su entorno.
“En este barrio vivimos todos hace treinta años. Es como si fuera un edificio horizontal: nos conocemos, nos cuidamos. No podemos permitir que cambie la fisonomía del lugar”, insistió San Miguel.
Tras el hallazgo, los vecinos comenzaron a organizarse. “Empezamos a hablar todos entre nosotros y decidimos redactar una denuncia”, recordó el abogado. El documento, presentado el 15 de octubre ante la Agencia Gubernamental de Control (AGC), ya lleva la firma de al menos cuarenta residentes.
“Deseamos dejar expresamente asentado que el Barrio Parque es una zona estrictamente residencial, en la cual no existen comercios habilitados de ningún tipo. Por ello, la instalación de una actividad comercial representa una alteración sustancial del carácter histórico, patrimonial y urbano del barrio, afectando directamente la calidad de vida y el entorno de sus vecinos”, sostiene la denuncia enviada a las autoridades.
La comunidad, compuesta principalmente por personas mayores que han vivido allí por décadas, comparte una preocupación central: permitir la habilitación de un comercio es abrir, a futuro, la puerta a decenas de nuevos locales. “Podrían autorizar cuarenta o cincuenta más y eso cambiaría la demografía del barrio por completo”, advirtieron los vecinos.
Temen que Barrio Parque siga el camino de Palermo Viejo, un barrio residencial que con los años se transformó en un polo gastronómico y turístico. “Cambia la gente que viene, cambia la actividad; cambian los horarios, los ruidos, la contaminación, la cantidad de autos... Cambia todo”, enumeró San Miguel. “Hace veinte años Palermo era solo casas; hoy está lleno de bares y negocios. Esto es lo que nosotros, como vecinos, queremos evitar”, explicó.
Al caminar por la zona, varios habitantes abrieron sus puertas para hablar del tema. Entre ellos, Mariano Grondona, uno de los firmantes de la denuncia e hijo del periodista y presentador de televisión homónimo, quien coincidió en el diagnóstico, “por el movimiento que habría en el barrio, porque acá casi no hay lugar para estacionar. Si tenés un lugar comercial con clientes que vienen y tratan de parar, no es compatible con el barrio. Siempre han sido lugares sin comercios”, señaló.
Unas casas más adelante, su madre, Elena Lynch, vecina histórica de Barrio Parque, expresó: “Estoy en contra porque el barrio tenía un código, era vivienda solamente, no había negocios. Nunca hubo nada, jamás un comercio. Cuando abrieron el Malba también hubo preocupación, pero eso fue otra cosa, una gran obra para la ciudad. Esto, en cambio, no sé cómo va a resultar”.
La posición de los vecinos contrasta con una modificación legal reciente. La Agencia Gubernamental de Control confirma que una reforma del Código Urbanístico, aprobada en marzo por la Legislatura porteña, habilita ese tipo de actividades en hasta 200 metros cuadrados; en la lista figuran rubros como salón de estética, instituto de remodelación, pilates y centro de yoga. “Está dentro de la ley. Si supera esa superficie, debe contar con una consulta favorable de la Dirección General de Interpretación Urbanística (Dgeur)”, detalló un vocero del organismo.
Los vecinos, sin embargo, sostienen que nunca fueron consultados ni llamados a una audiencia pública sobre ese cambio normativo, lo que consideran una omisión grave. “Nadie nos consultó –reprochó San Miguel–. Si hubo una audiencia pública, no fuimos convocados. Y si el gobierno modifica la zonificación de un barrio con ochenta años de historia, deberá afrontar las consecuencias. Las casas van a valer menos. Que lo sepan: todos vamos a demandar por el daño patrimonial”.
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El proyecto ya tiene presencia en redes: el centro de wellness anunció en Instagram que abrirá el sábado 18 de octubre, con charlas de yoga, mindfulness y pilates. La página acumula alrededor de 2800 seguidores. Al entrar en el centro, se ven algunos cartones y mobiliario aún sin terminar, pero casi listos para la apertura. El célebre cartel que hace unos días estaba colocado en la vereda ahora permanece escondido dentro de la casona.
Detrás del emprendimiento están Martín Fridman, economista de 33 años, y su pareja, Francine Joubert. “Vimos la tendencia del wellness en el mundo y quisimos traer algo así. Buscamos mucho hasta encontrar esta casa. Antes de alquilarla me cercioré de que tuviera habilitación comercial. Lo más importante para nosotros es estar en regla”, dijo Fridman.
Según él, el concepto apunta a un público reducido y tranquilo. “No es un restaurante ni un boliche. Es un espacio de bienestar: yoga, pilates, mindfulness. Entran seis personas por hora. No queremos molestar a nadie”, sostuvo. Fridman afirma haber invertido mucho dinero y que el proyecto tiene auspicios de importantes marcas. “Le pusimos mucho amor y pulmón”, agregó.
Aun así, la tensión en la vereda es palpable. Al salir de la casona, un grupo de vecinos espera sin entablar diálogo con los responsables. “Abrir un negocio así convoca a un montón de gente –dijo una vecina que pidió no ser identificada–. Si vos podés abrir esto, yo puedo poner una verdulería; otro, un lugar de música; y si quiero tocar la batería todo el día o durante el horario laboral, otro no va a poder dormir”.
Otra mujer, también desde el anonimato, advirtió: “Ustedes no van a conseguir abrir y si lo hacen, no van a tener clientes del barrio. Se les va a complicar mucho. Vas a encontrar repudio, y cada vez más. Muchos todavía no se enteraron, pero cuando lo hagan, el rechazo va a ser impresionante”.
“No quiero generar malestar. Quiero que vengan, que vean el lugar y entiendan que es algo lindo, hecho con respeto”, respondió Fridman. A su lado, Francine Joubert intentó calmar las aguas: “No queremos pelearnos con nadie. Lo hicimos pensando en la gente de acá, con buena voluntad. Varias personas nos dijeron que esto era justo lo que necesitaban en el barrio y que les encantaba la idea”.
“Si hubieran hablado con la gente que vive acá hace más de treinta años, habrían visto que nosotros no queremos esto”, sostuvieron los vecinos.
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Fridman expresó que tiene derecho a abrir el local como “libre de uso” y que la habilitación comercial está en trámite. También afirmó contar con el “impacto ambiental aprobado”. Los vecinos, en cambio, apuntan que no van a permitir que se concrete. “La habilitación no la va a dar ningún funcionario, porque dirá: ‘Acá me metí en un lío fenomenal’. Es verdad, y lo lamento, porque me parecen buena gente”, expresó San Miguel.
Mientras tanto, el emprendedor insistió en que inaugurará el centro este sábado “de la forma más discreta y silenciosa posible”, aunque Joubert, más cautelosa, contempló: “No sé si voy a abrir el sábado; tengo que hablar con las marcas con las que estamos trabajando. Si la gente de acá está firmando para que no abramos, tengo que replantearlo”. Hoy, los vecinos irán nuevamente puerta por puerta para seguir reuniendo firmas y ampliar la denuncia colectiva.