Ana María Shua: “La cultura no es un lujo ni un adorno: es el tejido invisible que nos une”
En la capital de Mendoza, la ...
En la capital de Mendoza, la escritora Ana María Shua (Buenos Aires, 1951) recibió el título de Doctora Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo). A pedido de la Facultad de Filosofía y Letras, el Consejo Superior de Uncuyo otorgó la semana pasada el máximo galardón a la destacada narradora, poeta, ensayista, referente de la microficción en Hispanoamérica y guionista, que además integra la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Es una de las escritoras argentinas más queridas por los lectores.
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Participaron del acto la rectora de Uncuyo, contadora Esther Sánchez; el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, doctor Gustavo Zonana, y la vicedecana, magíster Viviana Ceverino. La iniciativa fue de la profesora y escritora Bettina Ballarini, que falleció en marzo. “Hoy no está físicamente con nosotros, pero yo sé que este acto lleva su marca, su insistencia, su fe en la importancia de reconocer y de sostener la cultura nacional -destacó la homenajeada-. Ballarini fue una gran profesora, editora, escritora y una genial lectora, insaciable, irrevocable, impenitente. Para ella, toda mi gratitud y mi homenaje”.
“La obra de Ana María nos invita a comprender que lo esencial puede revelarse en lo mínimo -dijo Sánchez-. Su maestría en la microficción demuestra que una sola línea puede contener un universo, que una imagen puede iluminar lo humano con la fuerza de lo simbólico. En sus textos se despliega una sensibilidad aguda y una mirada lúcida sobre la condición humana que dialogan con nuestra época y la trascienden”.
La laudatio estuvo a cargo de la profesora Fabiana Varela. “Leerla es entrar en un mundo donde lo fantástico y lo real se enlazan y completan, donde el final de una sonrisa se transforma en un sentimiento de inquietud que nos lleva a reflexionar sobre nuestra existencia -sostuvo-. Su escritura nos recuerda que la literatura puede ser un espacio de juego, pero también de pensamiento, un modo de explorar las posibilidades infinitas de lo humano”.
Shua -cuyo apellido es Schoua- leyó el discurso “Palabra, cosmos y medusas” donde hizo una defensa de la imaginación literaria, la lectura y la universidad pública: “Yo, que soy escritora, sé muy bien que la literatura no salva del hambre ni de la deuda externa. También sé que si una persona no come, se muere. Pero si no sueña, se vuelve loca. Y la locura es una de las formas más terribles de la destrucción de la identidad. La cultura, la ciencia, el arte, la filosofía, son los sueños de nuestra nación. Que no mueran nuestros sueños. Que no muera nuestra identidad”.
Distinguimos a Ana María Shua como Doctora Honoris Causa de la UNCUYO 💫
Referente de la literatura argentina y pionera del microrrelato, recibió el máximo galardón por su trayectoria y su aporte académico.
📍El acto se realizó en la Facultad de Filosofía y Letras. pic.twitter.com/FLWPPwgMsM
Autores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Antonio Di Benedetto, Liliana Bodoc, Angélica Gorodischer y Santiago Kovadloff recibieron el Honoris Causa de la Uncuyo. “Es un reconocimiento que no se mide en títulos ni en diplomas, sino en la historia y la fuerza de una institución que desde 1939 lleva en su nombre una promesa: ser nacional, pública y universitaria, con todo lo que esas palabras significan en la Argentina”, dijo Shua y agregó: “Hoy, al agradecer este honor, no puedo dejar de pensar en lo que significa defender la cultura argentina y la universidad pública. La cultura no es un lujo ni un adorno: es el tejido invisible que nos une, la lengua que hablamos, las historias que contamos, los silencios que compartimos. Y la universidad pública, gratuita y abierta, es el lugar donde ese tejido se fortalece, donde las preguntas se hacen más incómodas y más necesarias, donde miles de jóvenes descubren que tienen derecho a imaginarse un futuro distinto”.
Luego se refirió al quehacer literario. “En realidad es muy poco lo que puedo decir sobre el misterio, que por algo se llama así -bromeó-. Está en el punto clave de la creación literaria, con o sin brevedad, y allí apenas si podemos aproximarnos. Lo único que acierta en el blanco, cerca del centro, es la flecha de la poesía, precisamente por ser la expresión de lo inexpresable. La razón no tiene otro remedio que limitarse a pasear por los alrededores. Por ejemplo, pensar la creación como el establecimiento de conexiones no evidentes entre zonas de la realidad. Falso cosmos, construcción, invención de una estructura no preexistente en el caos multiforme y heteróclito de los hechos”.
“Cualquier tratado acerca de la existencia de las musas nos prueba que están ahí, existen, son caprichosas y rebeldes, no siempre bajan a la tierra… pero si no nos encuentran, no se quedan a esperarnos -advirtió-. Hay que estar constantemente trabajando para asegurarnos de no perder su visita”.
Comparó la escritura con los sueños. “Lo que se crea: apenas alguna nueva interrelación entre las partes, un sutil apartarse de ciertas normas cuya aplicación es necesario dominar para poder rebelarse contra ellas. Exactamente como en los sueños: nada más que una combinación diferente de factores que sin embargo altera, altera, altera el resultado. Absolutamente distinto de los sueños: una combinación bajo control, el tosco frotar de dos piedras sin saber si va a saltar o no la maldita chispa, pero todo preparado para aprovecharla si aparece”.
A continuación, habló sobre su oficio de escritora. “Se tiene, generalmente, al empezar, un cierto placer y dominio del lenguaje. Salvo algunos rarísimos casos de narradores natos, a contar se aprende. El tránsito más común recorre el camino poesía-cuento-novela. Mi generación en particular no tuvo en la escuela un aprendizaje de la narración. En la escuela no se nos hacía contar historias sino elaborar pequeños ensayos que se llamaban, con justa razón, composiciones. Se nos enseñaba, o se intentaba enseñarnos, a componer, no a relatar", evocó.
“Se tiene, entonces, un instrumento: la palabra. Y una pasión: la lectura. Se desea el salto: el dominio sobre ese material que nos provoca semejante placer. ¿Cómo aprender a contar? Y, sobre todo, ¿dónde encontrar el valor necesario para tolerar los errores en el aprendizaje?”, se preguntó.
Tras admitir que “es posible ser un escritor mediocre”, la autora recomendó “saltar sobre la barrera psicológica que nos impide aceptar que nuestro primer cuento será peor que cualquier cuento de Chejov”, recordar los “primeros y malos libros de grandes autores” (dio entre otros ejemplos Ojos de perro azul, primer libro de cuentos del Nobel Gabriel García Márquez), descubrir que no es necesario “inventar absolutamente nada” y cultivar “lo particular”: “Cuando lo general no es más que la convención, lo trillado, solo tiene sentido contar lo único, lo particular, lo diferente, lo que hace de ese personaje, momento, situación, algo irrepetible. Allí está la literatura”.
“Y por supuesto, no puedo dejar de referirme a ese otro elemento fundamental sin el cual la escritura dejaría de existir: la lectura, los lectores -dijo-. El que lee no escucha, no ve, no está, no le importa. Se incorpora al torrente de las letras, se deja llevar sin hundirse, feliz de participar en la corriente del más humano de los ríos, ese conjunto limitado de signos capaz de contener todos los universos posibles: el infinito, incorpóreo acontecer de la palabra escrita”.
Semanas atrás, la editorial Emecé reeditó en solo un volumen casi todos los libros de microrrelatos de Shua (no incluye La guerra). Todos los universos posibles. Microrrelatos posibles, de casi quinientas páginas, cuesta $ 39.900; en el otoño de 2026, llegará las librerías locales El cuerpo roto (Páginas de Espuma), que agrupa cuentos con temas médicos de la autora de Soy paciente, con varios inéditos.
Un mircrorrelato de ShuaGatos brujos
La Inquisición juzga a los gatos por brujería y los condena a la hoguera. Así, libres de predadores, las ratas se multiplican y propagan la peste. la mortandad vuelve a los inquisidores más prudentes frente a un enemigo demasiado poderoso. Así, libres de predadores, los gatos nos multiplicamos para seguir sirviendo al Señor de los Infiernos.