Hannah Arendt. Vida e ideas de una intelectual que marcó la filosofía política
Una “biografía intelectual” se enfoca en el camino de las ideas antes que en el de la vida. Aunque en el caso de Hannah Arendt (1906-1975), las sendas que la llevaron desde Alemania, de donde ...
Una “biografía intelectual” se enfoca en el camino de las ideas antes que en el de la vida. Aunque en el caso de Hannah Arendt (1906-1975), las sendas que la llevaron desde Alemania, de donde debió irse tras la nazificación del país, hasta Estados Unidos, donde se consagró como intelectual, siempre tuvieron tanto de una cosa como de la otra. Para el biógrafo alemán Thomas Meyer (1966) esta cualidad es clave, y por eso la propia protagonista de Hannah Arendt. Una biografía intelectual recibe a los lectores con un epígrafe en el que advierte que “no hay ningún proceso mental que sea posible sin experiencia personal. Todo pensamiento es reflexión, pensamiento a posteriori”.
Enlazada a “la historia de la emancipación judía en Alemania”, como señala Meyer, la primera parte de la vida de Arendt se inscribe en el ascenso como burguesía de una parte de la sociedad civil sobre la que toda Europa proyectaría siempre sus más peligrosas fantasías. Sin embargo, primero en Königsberg y más tarde en Nueva York, la verdadera compañía de Arendt fueron los grandes autores que empezó a leer desde muy joven, y que continuó leyendo durante toda su vida, además de una selecta corte de amigos, entre los que reconocería en la madurez a su única patria.
Sobre ‘la obra magna filosófica’ de Arendt, La condición humana, Meyer se detiene para analizar con cuidado por qué se trata de una ‘fenomenología de la libertad del hombre’
Muerto su padre, Paul, Martha, su madre, volvió a casarse en 1920 y Hannah combinó aquellos elementos para forjarse un espíritu independiente que más adelante le daría ventajas intelectuales y materiales sobre quienes, en cambio, preferían anclar sus labores y horizontes al campus académico. Fue así como terminó el bachillerato como estudiante externa y comenzó a estudiar filosofía en calidad de oyente en la Universidad Friedrich Wilhelm de Berlín, en 1923. Aunque el acontecimiento que sin duda marcaría un antes y un después, tanto en su brújula mental como personal, ocurrió al año siguiente, cuando en la Universidad de Marburgo conoció como su alumna al, por entonces, “rey secreto en el reino del pensamiento”, Martin Heidegger.
Sobre “la obra magna filosófica” de Arendt, La condición humana, Meyer se detiene para analizar con cuidado por qué se trata de una “fenomenología de la libertad del hombre” y de qué manera la Antigüedad se proyecta como el espacio de resonancia “en el que los conceptos y sus contenidos se desarrollaron en armonía con la práctica política, cuyas transmisiones, tradiciones y cambios a lo largo de dos milenios significan más que una cómoda repetición de lo que una vez se aprendió”. Pero, entre la filosofía y la política, Arendt no dejó de zambullirse en lo más incómodo y directo de la historia contemporánea. Eichmann en Jerusalén, escribe Meyer, significó volver público “un asunto judío interno”: el de la perturbadora complicidad de los judíos europeos con su propio exterminio. “¿Qué pasaría si el poder de los perpetradores fuera tan grande que pudieran convertir a las víctimas individuales en presuntos cómplices?”
Esta ‘biografía intelectual’ ofrece su hipótesis acerca de las consecuencias intelectuales del romance clandestino entre Arendt y Heidegger
Por supuesto, nazismo, judaísmo, pensamiento y amor son cuestiones que la vida privada y la vida intelectual de Arendt anudaron de una forma íntima con Heidegger, el filósofo que durante la primavera de 1933 llegó a ser el imponente rector de la Universidad de Friburgo bajo la bandera triunfal de Adolf Hitler. Y por eso esta “biografía intelectual” ofrece su hipótesis acerca de las consecuencias intelectuales del romance clandestino que nació cuando ella tenía 18 años y él tenía 35 y que, con notas a veces trágicas y a veces cómicas, prolongará sus formas y sus tonos hasta el exacto final de sus vidas, como muestra la edición de la Correspondencia 1925-1975 entre Arendt y Heidegger.
En este punto, Hannah Arendt. Una biografía intelectual conecta inevitablemente su erudición, documentación y claridad con una amplia y variopinta bibliografía donde la filosofía y la historia, pero también el chisme y la especulación, se mezclan tras una genuina curiosidad. ¿Qué extrañas similitudes y diferencias hubo en juego alrededor del encuentro pasional entre dos de las mentes europeas más brillantes del siglo XX? ¿Es posible que a la luz de sus contradicciones la alumna superase al maestro? ¿O acaso fue el maestro quien jamás perdió su poder sobre la alumna?
Repasadas las circunstancias conocidas, Meyer presenta su idea: “Arendt no criticó a Heidegger, lo destruyó”. ¿Por qué? Porque la obra de Arendt consiste en “instrumentalizar a Heidegger” para instalar una filosofía política que se basara en un ámbito político específico. ¿Y cuál era el proyecto de Heidegger? Disolver la filosofía tradicional, incluido el concepto corriente de humanismo, en su propio pensamiento, reivindicando así nada más que a la figura del sabio que medita acerca del Ser y su desenvolvimiento en un plano superior de la historia, que es la Historia del Ser.
Existen muchas otras hipótesis, pero quizás sea la del francés Emmanuel Faye (1956) la que ofrezca el contraste más alto. En Arendt y Heidegger. El exterminio nazi y la destrucción del pensamiento, Faye indica que Arendt, en realidad, siempre sintió “una fascinación por la violencia heideggeriana”, y que esta “transferencia surgida de la fascinación de la destrucción” fue más que “una forma de seducción amorosa”. ¿Su consecuencia? Arendt quedó atrapada en “el espejismo de un nuevo comienzo y de una salvación inmanente”, y de las peligrosas ideas del “antiguo rector nazi” solo extrajo “su paradigma de la polis, de la comunidad y del poder”.
No es curioso que, por este tono extremista, el filósofo Alain Badiou se burle un poco de su compatriota al llamarlo “el implacable fiscal Emmanuel Faye” en Heidegger. El nazismo, las mujeres, la filosofía. En tal caso, lo interesante es que todo aquel que se asome, desde cualquier posición, a la obra de Arendt se encuentra, tarde o temprano, con el mismo dilema entre la historicidad tal como la criticaba Heidegger, la huella del nazismo sobre la historia y el modo de pensar lo histórico de Arendt. Y el consuelo, de ser necesario, es que esto no solo suele ser un problema para los lectores, sino que también lo fue para Arendt y Heidegger, cuyos desencuentros y reencuentros definitivos ocurrieron a la sombra de sus, en buena medida, tácitas discusiones filosóficas sobre lo mismo.
“Las cosas parecían diferentes después de que ella las mirara”, dijo Hans Jonas, uno de sus más antiguos amigos, durante el funeral de Hannah Arendt. Otro amigo, Hans Morgenthau, también escribió: “Era lo que podríamos llamar una intelectual natural, que pensaba filosóficamente sobre todo lo que desconcierta a la mente”. Más puro y verdadero, Martin Heidegger alguna vez la describió como “la pasión de mi vida”.
Hannah Arendt. Una biografía intelectual
Por Thomas Meyer
Anagrama
Trad.: José Rafael Hernández Arias
576 páginas
$ 56.000
Arendt y Heidegger
Por Emmanuel Faye
Akal