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Reconstruir la confianza en el cambio posible

No escribimos con el diario del lunes. Empezamos por recordar estas reflexiones realizadas en estas páginas al comenzar este año: “Después de las PASO de agosto de 2015, la ‘probabilidad’ ...

No escribimos con el diario del lunes. Empezamos por recordar estas reflexiones realizadas en estas páginas al comenzar este año: “Después de las PASO de agosto de 2015, la ‘probabilidad’ de que ganara Daniel Scioli la presidencia dominaba análisis y pronósticos, pero Mauricio Macri ganó la presidencia en el balotaje. Después de las elecciones de mitad de período de 2017 y el triunfo de Cambiemos, Cristina Kirchner no iba a volver, pero volvió en 2019 imponiendo a ‘dedo’ a quien presidiría su fórmula. A mediados de 2023, la disputa presidencial pasaba por Juntos por el Cambio, con las candidaturas de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Ni los análisis ni los pronósticos ‘probabilísticos’ anticiparon que Javier Milei se impondría en las PASO de agosto de 2023 y terminaría ganando la presidencia con el 56% de los votos. ¿Es necesario insistir en que el futuro argentino está abierto y que el cambio que apoyó una mayoría en la última elección presidencial no necesariamente está asegurado, además de estar expuesto a cisnes negros?”.

“Hay coincidencias de analistas y estrategas políticos en que el próximo turno electoral es clave para el futuro del cambio . Pero el futuro del cambio para ser exitoso también está supeditado a su consolidación. Y en los escenarios conjeturales de su consolidación crecen las especulaciones y los pronósticos fundados en los números de intenciones de voto de encuestas (fotografías del presente) sobre la alternativa de consolidar un cambio hegemónico, respecto de la alternativa de consolidar un cambio institucional. Hay argumentos a favor de la conformación de una nueva fuerza política que sume liderazgos de otras fuerzas y amalgame una masa crítica con capacidad de llevar adelante las reformas estructurales pendientes y de librar la batalla cultural que arraigue el cambio. Pero el escenario de un cambio hegemónico tiene dos grandes problemas: uno de sucesión, para poder perpetuarse imponiéndose en los subsiguientes turnos electorales; el otro, de fondo, al no innovar en la tradición corporativa institucional de origen fascista convalidada en el golpe de 1930 y en la revolución de 1943. En los 40 años de democracia que cumplimos en diciembre de 2023, aun con la alternancia republicana en el poder, seguimos luchando contra una cultura que cree que los cambios se imponen por la perpetuación en el dominio hegemónico del poder. Si otros lo hicieron y hasta aquí llegaron coaligando intereses que resisten el cambio, ¿por qué no intentarlo para cohesionar nuevos intereses que impongan el cambio? Una respuesta pragmática sería: porque el futuro está abierto y expuesto a demasiados cisnes negros, como lo prueba nuestro devenir histórico político de las últimas cuatro décadas. Pero hay otra razón de fondo: porque el cambio no va a recrear un entorno de confianza que multiplique las transacciones, la inversión productiva, la productividad sistémica y el progreso social inclusivo, mientras propios y extraños no sean conscientes de que la constitución política y la constitución económica de la Argentina conforman un marco institucional consustanciado con un proyecto de largo plazo que asegura previsibilidad frente a la incertidumbre que domina el porvenir. Por eso hay que institucionalizar el cambio”.

Y a manera de conclusión, advertíamos: “A no engañarse; el rechazo al cambio aguarda agazapado su oportunidad, ahora camuflado de falso republicanismo y haciendo el guiño a todo colectivo social que se cruce al paso, en especial a los que lucraron con el Estado ‘omnipresente’ con déficit e inflación crónica, pobrismo distributivo y capitalismo de amigos. Guiños tácticos de cambio, para que nada cambie” (LN 17-02-25).

Frente a los hechos políticos desencadenados por el último resultado electoral en la provincia de Buenos Aires, ya no quedan dudas: fracasó la estrategia de hegemonizar el cambio que muchos promovieron desde adentro y desde fuera del Gobierno. Ahora sí, con el diario del lunes, queda claro que en el voto de la provincia de Buenos Aires el no cambio se impuso no por sumar más adhesiones, sino por la pérdida de votos que tuvo la opción de cambio hegemónico. El peronismo, expresión mayoritaria del no cambio, obtuvo 500.000 votos menos que en 2023. Pero el cambio hegemónico restó 2,2 millones de votos a su performance electoral de 2023. La diferencia más relevante fue la participación del electorado. En 2023 participó el 76% del padrón, en 2025 el 61%, 2,6 millones de electores menos. Casi que uno está tentado a sumar los votos que perdieron el no cambio y el cambio hegemónico (2,7 millones) y asimilar ese resultado a la suma de los que no fueron a votar respecto de la elección precedente de 2023 (2,6 millones). No hay discusión, la opción de cambio hegemónico (aunque haya sumado algunos votos moderados de Pro) sufrió la hemorragia de muchos adherentes a un cambio posible de andamiaje más institucional y menos personalista. El cambio que llevó a Javier Milei a la presidencia en 2023, amalgamando su núcleo duro con los votos de Juntos por el Cambio. Esa opción de cambio institucional fue la que se expresó con fuerza legislativa en la sanción de la Ley Bases el 12 de junio de 2024, cuando las opciones de cambio drástico y de cambio posible pudieron superar la “paradoja del bloqueo” que favorece al no cambio.

El futuro del cambio no estaba asegurado antes y tampoco está seguro ahora. El resultado electoral de octubre está abierto y, para sumar apoyos, la opción de cambio debe recuperar la participación del voto moderado que puede hacer la diferencia. El miedo al no cambio no es suficiente para ganar, porque la paradoja de Condorcet ha vuelto a instalarse en el electorado y rompe la transitividad de las preferencias (cuando estas existen, si A es preferido a B, y B es preferido a C, luego A es preferido a C). Pongámosle más texto: si el cambio hegemónico es preferido al cambio institucional, y el cambio institucional es preferido al no cambio, entonces el cambio hegemónico es también preferido al no cambio. Cuando esta transitividad se rompe, el cambio hegemónico deja de ser preferido al no cambio para muchos adherentes del cambio institucional. Y así se impone el bloqueo del no cambio.

Hay que recrear la opción cambio/no cambio restableciendo puentes entre el cambio hegemónico y el cambio institucional. Los “ñoños republicanos” deben volver a ilusionarse con el cambio posible y la sociedad en general debe recuperar la esperanza en que la estabilidad macroeconómica y la regla a rajatabla del superávit financiero en las cuentas públicas es el tránsito a un proceso de desarrollo generador de trabajo y de riqueza que va a beneficiar a todos los argentinos. El “liberal desarrollismo” que también hemos planteado como narrativa de confluencia en estas páginas. Con sectores de economía real como la cadena agroindustrial, los hidrocarburos y la energía, la minería, la industria del conocimiento, la pesca y otros que pueden liderar un crecimiento sustantivo de la inversión y las exportaciones en los próximos años. Hay que ponerle letra y melodía a la frase del Presidente de que “lo peor ya pasó”. El apoyo del norte expresado por el presidente Trump ayuda mucho, pero en el resultado electoral y en la composición de las cámaras hay interlocutores naturales internos del cambio necesarios para restablecer la confianza, empezando por los 10 gobernadores que fueron elegidos bajo la consigna de cambio (ex Juntos por el Cambio) y siguiendo por otros que adhirieron al Pacto de Mayo. El presidente Milei y el expresidente Macri, además de recuperar el diálogo, deben restablecer la confianza mutua. Las reformas estructurales pendientes saldrán articulando acuerdos fundamentales para consolidar el cambio.

El 1974, Friedrich Hayek recibió el Premio Nobel de Economía pronunciando un discurso de aceptación que tituló: “La ficción del conocimiento”. Planteó su escepticismo respecto del pronóstico económico, porque una auténtica previsión se hace orgánicamente por medio de un sistema de información complejo, que los teóricos de la razón subestiman. En el análisis de la realidad social siempre faltan muchos fragmentos importantes de información. Solo la sociedad, en su conjunto, puede integrar en su funcionamiento estas múltiples piezas de información. Hayek recomienda no sobrestimar la capacidad analítica para entender los cambios que acontecen en las sociedades y en el mundo (ataca el “cientifismo social”). Traducido y aplicado a nuestra realidad política: erramos si damos por descontado el cambio, arrastramos una secuela de fracasos y reincidencias que nos hundieron en la pobreza y el subdesarrollo, contamos con información parcial de las preferencias sociales por un cambio que, a su vez, enfrenta intereses poderosos, y avanzamos a un futuro abierto a incertidumbres y posibles cisnes negros. Es necesario reconstruir e institucionalizar el cambio.

Doctor en Economía y en Derecho

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/reconstruir-la-confianza-en-el-cambio-posible-nid15102025/

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